Frère Rufin (portada)

Oficio de la Pasión del Señor

 Antífona
Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo entre las mujeres ninguna semejante a ti, hija y esclava del altísimo y sumo Rey, Padre celestial, madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: ruega por nosotros, con San Miguel Arcángel y con todas las virtudes del cielo y con todos los santos, ante tu santísimo Hijo amado, Señor y maestro.
Salmo I
Oh Dios, te conté mi vida, y tú pusiste mis lágrimas en tu presencia.
Todos mis enemigos tramaban males contra mí, y juntos celebraron consejo.
Y me devolvieron mal por bien, y odio por mi amor.
En lugar de amarme, me criticaban, pero yo oraba.
Padre santo mío, rey del cielo y de la tierra, no te alejes de mí, porque la tribulación está cerca y no hay quien me ayude.
Retrocedan mis enemigos el día en que te invoque; así conoceré que tú eres mi Dios.
Mis amigos y mis compañeros se acercaron y se quedaron en pie frente a mí, y mis allegados se quedaron lejos de pie.
Alejaste de mí a mis conocidos, me consideraron como abominación para ellos, fui traicionado y no huía.
Padre santo, no alejes tu auxilio de mí; Dios mío, atiende a mi auxilio.
Ven en mi ayuda, Señor, Dios de mi salvación.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo: Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
 
Salmo II
Señor, Dios de mi salvación, de día y de noche clamé ante ti.
Llegue mi oración a tu presencia, inclina tu oído a mi súplica.
Atiende a mi alma y rescátala, por causa de mis enemigos, líbrame.
Porque tú eres quien me sacó del vientre materno, mi esperanza desde los pechos de mi madre; desde su seno fui lanzado a ti.
Desde el vientre de mi madre eres tú mi Dios; no te apartes de mí.
Tú conoces mi oprobio y mi confusión y mi vergüenza.
En tu presencia están todos los que me atribulan; improperio y miseria esperó mi corazón.
Y esperé que alguien se contristara conmigo, y no lo hubo; y que alguien me consolara, y no lo encontré.
Oh Dios, los inicuos se alzaron contra mí, y la sinagoga de los poderosos anduvo buscando mi alma; y no te pusieron a ti ante sus ojos.
Fui contado con los que bajan a la fosa; llegué a ser como un hombre sin ayuda, libre entre los muertos.
Tú eres mi Padre santísimo, Rey mío y Dios mío.
Atiende a mi ayuda, Señor, Dios de mi salvación.
 
Salmo III
Ten piedad de mí, oh Dios, ten piedad de mí, porque mi alma confía en ti.
Y esperaré a la sombra de tus alas, hasta que pase la iniquidad.
Clamaré al santísimo Padre mío altísimo, al Señor, que ha sido mi bienhechor.
Envió desde el cielo y me libró, entregó al oprobio a los que me pisoteaban.
Envió Dios su misericordia y su verdad; libró mi alma de mis fortísimos enemigos y de aquellos que me odiaron, porque se hicieron fuertes contra mí.
Prepararon un lazo para mis pies, y doblegaron mi alma.
Cavaron ante mí una fosa, y cayeron en ella.
Mi corazón está preparado, oh Dios, mi corazón está preparado; cantaré y recitaré un salmo.
Levántate, gloria mía, levántate, arpa y cítara; me levantaré a la aurora.
Te confesaré entre los pueblos, Señor, y te recitaré un salmo entre las gentes.
Porque tu misericordia se ha engrandecido hasta los cielos; y hasta las nubes, tu verdad.
Álzate sobre los cielos, oh Dios; y sobre toda la tierra, tu gloria.
 
Salmo IV
Ten piedad de mí, oh Dios, porque me ha pisoteado el hombre, todo el día hostigándome me ha atribulado.
Mis enemigos me han pisoteado todo el día, porque son muchos los que guerrean contra mí.
Todos mis enemigos maquinaban males contra mí, pronunciaron una palabra inicua contra mí.
Los que acechaban mi alma celebraron consejo juntos.
Salían fuera y hablaban sobre eso mismo.
Todos los que me vieron se rieron de mí, hicieron muecas y movieron la cabeza.
Y yo soy gusano y no hombre, oprobio de los hombres y desecho del pueblo.
Me he convertido en gran oprobio para mis vecinos, más que todos mis enemigos, y en temor para mis conocidos.
Padre santo, no alejes tu auxilio de mí, mira por mi defensa.
Atiende a mi ayuda, Señor, Dios de mi salvación.
 
Salmo V
A voz en grito clamé al Señor, a voz en grito supliqué al Señor.
En su presencia derramo mi oración, y ante él expongo mi tribulación.
Cuando me va faltando el aliento, y tú conoces mis senderos.
En este camino por donde andaba, los soberbios me escondieron un lazo.
Yo miraba a la derecha, y veía, y no había quien me conociese.
No tengo adonde huir, y no hay quien cuide de mi alma.
Porque por ti soporté el oprobio, la confusión cubrió mi rostro.
Me he convertido en extraño para mis hermanos, y en peregrino para los hijos de mi madre.
Padre Santo, el celo de tu casa me devoró, y los oprobios de los que te censuraban cayeron sobre mí.
Y se alegraron a mi costa y se reunieron, se acumularon sobre mí los azotes y de improviso.
Se multiplicaron más que los cabellos de mi cabeza los que me odiaron sin causa.
Se hicieron fuertes los enemigos que me perseguían injustamente; devolví entonces lo que no había robado.
Levantándose testigos inicuos, me preguntaban lo que no sabían.
Me devolvían mal por bien y me criticaban, porque seguía la bondad.
Tú eres mi Padre santísimo, Rey mío y Dios mío.
Atiende a mi ayuda, Señor, Dios de mi salvación.
 
Salmo VI
Oh todos vosotros los que pasáis por el camino, atended y ved si hay dolor como mi dolor.
Porque me rodearon perros innumerables, me asedió el consejo de los malvados.
Ellos me miraron y contemplaron, se repartieron mis vestidos y echaron a suerte mi túnica.
Taladraron mis manos y mis pies, y contaron todos mis huesos.
Abrieron su boca contra mí, como león que apresa y ruge.
Estoy derramado como el agua, y todos mis huesos están dislocados.
Y mi corazón se ha vuelto como cera que se derrite en medio de mis entrañas.
Se secó mi vigor como una teja, y mi lengua se me pegó al paladar.
Y me dieron hiel para mi comida, y en mi sed me dieron vinagre.
Y me llevaron al polvo de la muerte, y aumentaron el dolor de mis llagas.
Yo dormí y me levanté, y mi Padre santísimo me recibió con gloria.
Padre santo, sostuviste mi mano derecha y me guiaste según tu voluntad, y me recibiste con gloria.
Pues, ¿qué hay para mí en el cielo?; y fuera de ti, ¿qué he querido sobre la tierra?
Mirad, mirad, porque yo soy Dios, dice el Señor; seré ensalzado entre las gentes y seré ensalzado en la tierra.
Bendito el Señor Dios de Israel, que redimió las almas de sus siervos con su propia santísima sangre, y no abandonará a ninguno de los que esperan en él.
Y sabemos que viene, que vendrá a juzgar la justicia.
 
Salmo VII
Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo. Porque el Señor es excelso, terrible, Rey grande sobre toda la tierra.
Porque el santísimo Padre del cielo, nuestro Rey antes de los siglos, envió a su amado Hijo desde lo alto y realizó la salvación en medio de la tierra.
Alégrense los cielos y exulte la tierra, conmuévase el mar y cuanto lo llena; se alegrarán los campos y todo lo que hay en ellos.
Cantadle un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra.
Porque grande es el Señor y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses.
Familias de los pueblos, ofreced al Señor, ofreced al Señor gloria y honor, ofreced al Señor gloria para su nombre.
Ofreced vuestros cuerpos y llevad a cuestas su santa cruz, y seguid hasta el fin sus santísimos preceptos.
Tiemble en su presencia la tierra entera; decid entre las gentes que el Señor reinó desde el madero.
Y subió al cielo, y está sentado a la derecha del santísimo Padre en el cielo; elévate sobre el cielo, oh Dios, y sobre toda la tierra, tu gloria.
Y sabemos que viene, que vendrá a juzgar la justicia.
 
Salmo VIII
Oh Dios, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme.
Queden confundidos y avergonzados los que buscan mi alma.
Que retrocedan y se ruboricen los que me desean males.
Que retrocedan al punto ruborizados los que me dicen: Bravo, bravo.
Que se gocen y se alegren en ti todos los que te buscan, y digan siempre: Magnificado sea el Señor, los que aman tu salvación.
Mas yo soy necesitado y pobre; oh Dios, ayúdame.
Mi auxilio y mi libertador eres tú; Señor, no tardes.
 
Salmo IX
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Su diestra ha sacrificado a su amado Hijo, y su santo brazo.
El Señor ha dado a conocer su salvación, ante la mirada de las gentes ha revelado su justicia.
En aquel día envió el Señor su misericordia, y de noche su cántico.
Éste es el día que hizo el Señor, exultemos y alegrémonos en él.
Bendito el que viene en el nombre del Señor; Dios es Señor, y él nos iluminó.
Alégrense los cielos y exulte la tierra, conmuévase el mar y cuanto lo llena; se alegrarán los campos y todo lo que hay en ellos.
Familias de los pueblos, ofreced al Señor, ofreced al Señor gloria y honor, ofreced al Señor gloria para su nombre.
Reinos de la tierra, cantad a Dios, cantad un salmo al Señor. Cantad un salmo a Dios, que se eleva sobre los cielos, hacia el oriente.
He aquí que lanza él su voz, su voz poderosa: Dad gloria a Dios en Israel; su magnificencia y su poder en las nubes.
Admirable es Dios en sus santos; el Dios de Israel dará poder y fortaleza a su pueblo; bendito sea Dios. Gloria.
 
Salmo X
Aclamad al Señor, tierra entera, decid un salmo en honor de su nombre, dadle gloria en alabanza suya.
Decid a Dios: Qué terribles son tus obras, Señor; por la grandeza de tu fuerza, te adularán tus enemigos.
Que toda la tierra te adore y salmodie para ti, que diga un salmo en honor de tu nombre.
Venid, oíd y os contaré, todos los que teméis a Dios, cuánto ha hecho él a mi alma.
A él clamé con mi boca, y lo alabé con mi lengua.
Y desde su santo templo escuchó mi voz, y mi clamor llegó a su presencia.
Bendecid, pueblos, a nuestro Señor; y haced que se oiga la voz para su alabanza.
Y serán benditas en él todas las tribus de la tierra, todos los pueblos lo engrandecerán.
Bendito el Señor, Dios de Israel, el único que hace grandes maravillas.
Y bendito su nombre glorioso para siempre; y toda la tierra se llenará de su gloria. Amén, amén.
 
Salmo XI
Que te escuche el Señor en el día de la tribulación, que te proteja el nombre del Dios de Jacob.
Que te envíe auxilio desde el santuario, y que desde Sión mire por ti.
Que se acuerde de todos tus sacrificios, y que tu holocausto le sea grato.
Que te conceda lo que tu corazón desea, y que confirme todos tus designios.
Nos alegraremos en tu salvación, y en el nombre del Señor Dios nuestro seremos engrandecidos.
Que el Señor colme todas tus peticiones; ahora conozco que el Señor envió a Jesucristo, su Hijo, y juzgará a los pueblos con justicia.
Y el Señor se ha hecho refugio de los pobres, ayuda oportuna en la tribulación; y que esperen en ti los que conocen tu nombre.
Bendito el Señor, mi Dios, porque se ha hecho mi protector y mi refugio en el día de mi tribulación.
Ayuda mía, a ti te salmodiaré, porque tú, oh Dios, eres mi protector, Dios mío, misericordia mía.
 
Salmo XII
En ti, Señor, esperé, no sea confundido para siempre; en tu justicia líbrame y sálvame.
Inclina a mí tu oído, y sálvame.
Sé tú para mí un Dios protector y un lugar fortificado, para que me salves.
Porque tú, Señor, eres mi esperanza, mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En ti estoy apoyado desde el seno materno, desde el vientre de mi madre eres tú mi protector; en ti está siempre mi canción.
Que se llene mi boca de alabanza, para que yo cante tu gloria, tu grandeza todo el día.
Escúchame, Señor, porque tu misericordia es benigna; mírame según la inmensidad de tus misericordias.
Y no apartes tu rostro de tu siervo; escúchame enseguida, porque estoy atribulado.
Bendito el Señor, mi Dios, porque se ha hecho mi protector y mi refugio en el día de mi tribulación.
Ayuda mía, a ti te salmodiaré, porque tú, oh Dios, eres mi protector, Dios mío, misericordia mía.
 
Salmo XIII
¿Hasta cuándo, Señor, me olvidarás por siempre? ¿Hasta cuándo apartarás tu rostro de mí?
¿Hasta cuándo tendré congojas en mi alma, dolor en mi corazón cada día?
¿Hasta cuándo triunfará mi enemigo sobre mí? Mira y escúchame, Señor, Dios mío.
Ilumina mis ojos para que nunca me duerma en la muerte, para que nunca diga mi enemigo: He prevalecido contra él.
Los que me atribulan se alegrarían si yo cayera; pero yo he esperado en tu misericordia.
Mi corazón exultará en tu salvación; cantaré al Señor que me colmó de bienes, y salmodiaré al nombre del Señor altísimo.
 
Salmo XIV
Te alabaré, Señor, santísimo Padre, Rey del cielo y de la tierra, porque me has consolado.
Tú, oh Dios, eres mi salvador; actuaré confiadamente y no temeré.
Mi fuerza y mi alabanza es el Señor, y se ha hecho salvación para mí.
Tu diestra, Señor, se ha engrandecido en la fortaleza; tu diestra, Señor, hirió al enemigo, y en la inmensidad de tu gloria derribaste a mis adversarios.
Que lo vean los pobres y se alegren; buscad a Dios y vivirá vuestra alma.
Alábenlo el cielo y la tierra, el mar y cuanto se mueve en ellos.
Porque Dios salvará a Sión, y se reconstruirán las ciudades de Judá.
Y habitarán allí, y la adquirirán en herencia.
Y la estirpe de sus siervos la poseerá, y los que aman su nombre habitarán en ella.
 
Salmo XV
Gritad de gozo a Dios, nuestra ayuda; aclamad al Señor Dios vivo y verdadero con gritos de júbilo.
Porque el Señor es excelso, terrible, Rey grande sobre toda la tierra.
Porque el santísimo Padre del cielo, Rey nuestro antes de los siglos, envió a su amado Hijo de lo alto, y nació de la bienaventurada Virgen santa María.
Él me invocó: Tú eres mi Padre; y yo lo constituiré mi primogénito, excelso sobre los reyes de la tierra.
En aquel día envió el Señor su misericordia, y de noche su cántico.
Éste es el día que hizo el Señor, exultemos y alegrémonos en él.
Porque un santísimo niño amado se nos ha dado, y nació por nosotros de camino y fue puesto en un pesebre, porque no tenía lugar en la posada.
Gloria al Señor Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombre de buena voluntad.
Alégrense los cielos y exulte la tierra, conmuévase el mar y cuanto lo llena; se alegrarán los campos y todo lo que hay en ellos.
Cantadle un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra.
Porque grande es el Señor y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses.
Familias de los pueblos, ofreced al Señor, ofreced al Señor gloria y honor, ofreced al Señor gloria para su nombre.
Ofreced vuestros cuerpos y llevad a cuestas su santa cruz, y seguid hasta el fin sus santísimos preceptos.



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Realizado por www.pbdi.fr Ilustrado por Laurent Bidot Traducción : Lenina Craipeau